No abraces ni seas cariñoso con tu hijo
En la década de 1920, hubo una tendencia de crianza un tanto peculiar: una notable falta de abrazos y afecto físico. Se trataba de la idea de que demasiado amor y ternura podían dañar a un niño. En consecuencia, los padres de aquella época solían abstenerse de abrazar, besar o consolar a sus bebés que lloraban, temiendo que ser demasiado cariñosos diera lugar a un niño malcriado. Este peculiar enfoque de la crianza reflejaba las normas y actitudes culturales de la época.
Era una época en la que el estilo de crianza era más reservado. Sin embargo, la crianza ha avanzado mucho desde entonces, y se sabe que el afecto y la conexión emocional son cruciales para el desarrollo saludable de un niño.
Los niños deben limpiar toda la casa
Como niños de los locos años veinte, las tareas domésticas debían realizarse con regularidad. Estas tareas, como pasar la aspiradora, cortar el césped y lavar los platos, se consideraban una parte esencial del crecimiento. De hecho, algunos amigos afortunados incluso recibían una pequeña recompensa económica de sus padres por hacer un buen trabajo. Estas tareas ayudaban a los niños a asumir una gran responsabilidad en la casa, enseñándoles importantes habilidades para la vida.
Hoy en día, puede parecer intenso tener a un niño pequeño limpiando tu casa, pero entonces era parte de la vida.
Vestir a los niños para todas las ocasiones
Durante la década de 1920, las tendencias de los padres se centraban en vestir a los niños para todas las ocasiones, incluso para salidas cotidianas como ir al supermercado. Se creía que los niños debían estar presentables en todo momento para inculcarles disciplina y buen comportamiento. A menudo se veía a los niños con pajaritas, vestidos elegantes y zapatos de charol. Aunque a los padres modernos les parezca excesivo e innecesario, en aquella época se consideraba un reflejo de los valores y el estatus de la familia.
Hoy en día, los niños suelen vestir de forma informal y con ropa cómoda con la que a los padres no les importe que se ensucien, pero esto no habría sido aceptable hace años.
Obsesión por la postura perfecta
En los años veinte, padres y expertos tenían una insólita obsesión por la postura perfecta de sus hijos. Para ellos, una mala postura significaba una mala moralidad. En consecuencia, los padres aplicaron medidas extremas para imponer una postura perfecta a sus hijos. Se prohibieron los juegos extenuantes y se introdujeron cursos de postura y aparatos ortopédicos para promover una buena postura. La vigilancia y corrección constantes de la postura, incluso mientras los niños estaban sentados a la mesa, se convirtió en una tendencia malsana pero común.
Hoy nos damos cuenta de que la perfección no lo es todo, y que un equilibrio de actividades sanas y descanso puede hacer más bien que un régimen postural extremo.
Los bebés deben tomar café negro
En otros tiempos, nuestras ideas sobre la crianza eran muy distintas. Lo creas o no, había supuestos "expertos" que sugerían dar café solo a los bebés de seis meses para que se acostumbraran a los hábitos alimentarios de los adultos. Resulta gracioso pensarlo y hoy suena absurdo. Estos extravagantes consejos de paternidad surgieron a menudo debido a la falta de investigaciones sólidas y a una gran dependencia de la sabiduría anticuada no respaldada por ninguna ciencia.
Cuando miramos atrás, es evidente lo mucho que ha cambiado nuestro enfoque de la crianza. Imagínate darle hoy café solo a un bebé. Pero la cosa no acaba ahí; cuanto más nos adentramos en la historia, más extrañas se vuelven estas prácticas.
No se permitía comer de forma quisquillosa
El concepto de hacer comidas separadas para cada miembro de la familia no existía en los años veinte. Era práctica común que los padres prepararan un solo plato para todos los comensales, y no había concesiones para los melindrosos. Se esperaba que los niños consumieran lo que se les servía o se fueran a la cama con el estómago vacío. En comparación con hoy, los niños pueden cenar cosas distintas según sus preferencias o alergias.
Ser quisquilloso con la comida se consideraba una debilidad, y los padres no permitían que sus hijos desarrollaran este hábito, ¡así que no les daban la oportunidad de elegir una comida diferente!
Enviar a los niños solos a largas caminatas a la escuela
En la década de 1920, la paternidad dio un giro inusual en Estados Unidos, ya que se animó a los niños de las zonas rurales a recorrer grandes distancias por su cuenta para ir a la escuela. Era práctica común que los niños caminaran hasta ocho kilómetros o montaran a caballo o en calesa para ir a la escuela. Esto se consideraba una forma aceptable de ganar independencia y recibir una educación. El transporte público o escolar era inexistente en las zonas rurales, y los padres lo veían como una forma de que sus hijos desarrollaran un sentido de autosuficiencia.
Mirando atrás, puede parecer un método duro, pero para los padres de principios del siglo XX era un acto de amor y confianza en las capacidades de sus hijos.
La batalla por los nombres masculinos para bebés
A lo largo de los años ha habido una preocupación constante por poner nombre a los recién nacidos. Incluso a principios del siglo XX, preocupaba el poder y la fuerza que un nombre proyectaría sobre un niño. La década de 1920 no fue una excepción, y algunos expertos creían que demasiada suavidad en un nombre dejaría a un niño sin espina dorsal. El mayor temor de los padres era que su hijo se volviera demasiado blando, por lo que pensaban que era importante elegir nombres que proyectaran masculinidad.
Mientras que algunos siguen creyendo que hay poder en un nombre fuerte y masculino, otros entienden que la masculinidad y la fuerza tienen muchas formas y que no hay necesidad de ajustarse a los estereotipos.
Lavar las paredes forjaría el carácter
En la década de 1920, los padres exploraban métodos poco convencionales para disciplinar a sus hijos. Algunos practicaban el laissez-faire, que permitía a los niños tomar sus propias decisiones y aprender de sus propios errores. Otros, sin embargo, lo llevaban a un nuevo nivel creando extrañas tareas domésticas para que sus hijos las hicieran. Un ejemplo de ello era hacer que los niños lavaran las paredes con agua jabonosa todos los días o todas las semanas.
Se creía que les enseñaría el valor de la limpieza y la responsabilidad y evitaría que se volvieran perezosos.
Untar a los bebés con manteca de cerdo
A principios del siglo XX, existía una extraña pero popular tendencia de crianza consistente en untar a los recién nacidos en grasa animal, conocida como manteca de cerdo. Esta extraña tradición consistía en que las enfermeras aplicaban una porción de manteca del tamaño de una nuez sobre la cabeza del bebé y la frotaban a conciencia por todo su pequeño cuerpo, prestando especial atención a las orejas. Luego se limpiaba la sustancia grasienta con una esponja húmeda, dejando tras de sí una piel suave y flexible. A pesar de su rareza, la moda ganó popularidad y se convirtió en una práctica rutinaria antes de acostarse para muchas familias.
Aunque pueda parecer repulsivo, en aquella época se creía que mechar proporcionaba protección e hidrataba la piel delicada, igual que hoy usaríamos loción.
Las fiestas de cumpleaños eran pequeñas y sencillas
Las tendencias de los padres respecto a las fiestas de cumpleaños diferían mucho de nuestras tradiciones actuales. La Gran Depresión hizo que las familias redujeran su tamaño, lo que dio lugar a celebraciones más pequeñas y menos extravagantes. A diferencia de las extravagantes fiestas actuales, la mayoría de los niños sólo recibían el reconocimiento de su día especial con una tarta después de cenar. Las fiestas de cumpleaños solían consistir en unos pocos amigos y juegos sencillos, si es que había alguno. En algunos raros casos, los niños iban al cine con sus amigos para celebrar su cumpleaños.
En resumen, la paternidad priorizaba entonces la frugalidad y la sencillez a la hora de celebrar los cumpleaños. Sin embargo, las extrañas tendencias de crianza no acaban aquí. Sigue leyendo para conocer estilos de los años 20 que te harán cuestionar todo lo que creías saber sobre la crianza de los hijos.
Los niños deben dormir mirando al norte
Dormir bien es el sueño de todo padre, y parece que intentamos cualquier cosa para conseguirlo. Pero en la década de 1920 surgió una tendencia en la crianza de los hijos que hoy nos parece totalmente extraña. Todo empezó en 1889, cuando un médico llamado George H. Napheys afirmó que los bebés debían dormir con la cabeza orientada hacia el norte. Creía que las corrientes eléctricas de la Tierra tenían alguna misteriosa conexión con nuestro sistema nervioso.
Por lo tanto, se animaba a los niños a dormir mirando al norte, ¡y sus camas se colocaban así! Mirando hacia atrás, puede que esto fuera más superstición que ciencia.
Extraña tendencia a "airear" a los bebés
Hay una tendencia de crianza de los años 20 en particular que resulta de lo más escalofriante de esta época. Aunque estaba arraigada en las buenas intenciones, era un enfoque inusual para garantizar que tu bebé estuviera sano y creciera. También es algo que, según los estándares actuales, sería inaceptable y simplemente asustaría a la gente. Todo empezó con el Dr. Luther Emmett Holt, un pediatra estadounidense que ideaba distintas técnicas de crianza.
Reunió algunas ideas e investigaciones e insistió en que los padres probaran esta nueva técnica al criar a un bebé.
La influencia del Dr. Luther Emmett Holt en la salud infantil
En 1896, el Dr. Luther Emmett Holt desempeñó un papel fundamental en la configuración de las prácticas de crianza cuando escribió el libro Enfermedades de la infancia y la niñez. Aunque el libro reflejaba sin duda las normas de su época, también contenía un mensaje notable sobre la importancia de que los niños pasaran tiempo al aire libre. Subrayaba que el aire fresco podía, literalmente, purificar la sangre de tu hijo y, por tanto, mantenerlo sano y libre de enfermedades. Entonces, ¿cómo podrían asegurarse de ello los padres?
Simplemente dejan que sus hijos jueguen fuera, ¿no? ¿Pero qué pasa con los niños que eran demasiado pequeños para jugar solos al aire libre y sin supervisión?
La importancia del juego al aire libre
El Dr. Luther Emmett Holt creía que pasar tiempo al aire libre era tan esencial para el bienestar y el crecimiento de un niño como tener una dieta adecuada. Según él, estar al aire libre tenía notables beneficios. Podía mejorar el apetito, facilitar la digestión y hacer que los niños tuvieran las mejillas sonrosadas, todos ellos claros signos de buena salud. En cierto modo, estar al aire libre se consideraba una especie de remedio universal para diversos problemas relacionados con la salud.
Las ideas del Dr. Holt reflejaban la gran importancia que se daba en su época a las actividades al aire libre, destacando su influencia positiva en la salud y el desarrollo general de los niños. Ésta no es la parte extraña.
No entres hasta que sea la cena
En términos sencillos, el mensaje del Dr. Luther Emmett Holt se reducía a esto: los niños necesitan salir al aire libre para mantenerse sanos. Sabemos que esto es especialmente cierto en el mundo actual, dominado por las pantallas, con las que los niños se distraen durante horas y horas. Pero esto no ocurría hace décadas. Los padres dejaban que sus hijos jugaran en el patio o con los amigos hasta que se hacía de noche, para que pudieran absorber la luz del día.
Esto era un reflejo de una comprensión generalizada de cómo el juego al aire libre influía positivamente en la salud de los niños. Pero la gente empezó a tomárselo en serio y lo llevó a nuevos niveles.
Deja que tus hijos jueguen al aire libre en cualquier lugar
Otra razón por la que jugar al aire libre se consideraba el santo grial de aquella época era porque, para los niños mayores, les inculcaba un sentido de la independencia. Los padres podían confiar en que sus hijos volverían a casa a una hora determinada y les dejarían explorar y jugar. Ahora bien, todas estas cosas son buenas y se fomentan incluso hoy en día. Pero la parte en la que se pone raro es cuando se trata de los que no tenían patios donde jugar o naturaleza cerca.
¿Qué ibas a hacer si no tenías un espacio para que tus hijos jugaran fuera?
La extraña invención de las jaulas para bebés
A medida que la vida en la ciudad se hizo cada vez más popular en el siglo XX, los padres que residían en apartamentos minúsculos tenían dificultades para dar a sus bebés tiempo de juego al aire libre. Fue entonces cuando a una señora llamada Emma Read se le ocurrió su insólita idea: una jaula metálica que se colgaba fuera de una ventana abierta para uso del bebé. Bautizada como la "cuna ventana", la jaula permitía a los bebés respirar aire fresco mientras sus madres se ocupaban de las tareas domésticas.
Por extraño que parezca, las jaulas se hicieron muy populares, ayudaron a aliviar las dificultades de la paternidad urbana y proporcionaron a las familias que vivían en la ciudad una solución muy necesaria a un problema difícil.
Jaula de alambre de pollo para ventilar a los bebés
A principios de la década de 1920, la invención de la "jaula para bebés" por Emma Read experimentó un aumento de popularidad, especialmente en Londres. Estos extraños artilugios mostraban a bebés desatendidos dentro de extraños gallineros que colgaban de las ventanas de toda la ciudad. Pero, ¿de dónde surgió esta moda? La teoría del Dr. Luther Emmett Holt sobre la necesidad de aire fresco de los bebés contribuyó a la creencia de que exponerlos al frío les ayudaría a soportar mejor las enfermedades comunes.
Así, estas "jaulas para bebés" se utilizaban para exponerlos a temperaturas frías y ayudar a desarrollar su inmunidad. Esto podría levantar cejas hoy en día, pero en la década de 1920 era una moda corriente.
Un niño nunca podría cuestionar a sus padres
Los padres modernos valoran la comunicación como un aspecto crucial de la relación con sus hijos. Se esfuerzan por escuchar las opiniones y perspectivas de sus hijos antes de responder adecuadamente. En cambio, la generación anterior de padres tenía un enfoque distinto. Antes, cuando a un niño se le decía "No", se acababa la conversación. Si un niño se atrevía a preguntar por qué o a desafiarles, se encontraba con una frase.
"¡Porque soy el padre, por eso!". Esta actitud imperaba en los años 20, pero hoy en día existe un enfoque más equilibrado de la paternidad.
Mitos en torno a la lactancia materna
Estaba muy extendida la creencia de que las madres lactantes debían mantenerse alejadas de los pensamientos preocupantes, enfadados o angustiosos. Se temía que estas emociones disminuyeran de algún modo la producción de leche y provocaran cólicos al bebé. Esto debió de sobrecargar de presión a las madres primerizas, que ya tenían mucho con lo que lidiar. Mirando hacia atrás, esta perspectiva sobre la lactancia y las emociones maternas pone de relieve cómo ha evolucionado nuestra comprensión de la crianza.
Hoy en día, sabemos que el estado emocional de una madre es esencial, y que tener una serie de sentimientos es perfectamente normal.
Escapar de las tareas no era una opción
Durante la década de 1920, una época conocida por la paternidad tradicional, algunos padres adoptaron un enfoque inusual al animar a sus hijos a realizar tareas apropiadas para su edad. Aunque la crianza moderna hace hincapié en dejar que los niños sean niños el mayor tiempo posible, algunos expertos creen que las tareas pueden ayudar a enseñar habilidades básicas para la vida a una edad temprana. La Dra. Rahat Sayyad, presentadora del podcast Doctor Mommy Speaks Parenting, recomienda asignar tareas incluso a los niños más pequeños.
Aunque esta tendencia parental pueda parecer anticuada ahora, se consideró innovadora para su época y puso de relieve la importancia de inculcar responsabilidad a los niños.
Disciplina a los niños con más tareas domésticas
Era una práctica habitual que las madres recordaran constantemente a sus hijos que ordenaran sus espacios. Aunque algunas madres recurrían a las amenazas para garantizar el cumplimiento, la intención subyacente era inculcar al niño el sentido de la responsabilidad y la disciplina. Si no estabas constantemente encima de tus hijos para que ordenaran y se aseguraran de que la casa estaba limpia, y tus hijos practicaban esos mismos hábitos, entonces se consideraba una mala crianza.
Sobre todo si un niño se portaba mal, ¡se añadían más tareas a su lista de deberes! Así eran las cosas.
El enfoque no tan amistoso de la paternidad
La crianza de los hijos en los años 20 era muy diferente del enfoque moderno actual. Por aquel entonces, no era habitual que los padres trataran a sus hijos como amigos. En cambio, los padres creían en la noción de respeto y disciplina como aspectos clave de la crianza. Esto se debía a la mentalidad de posguerra y a la idea de criar niños "duros". Los padres a menudo se veían a sí mismos como figuras autoritarias más que como compañeros en pie de igualdad. Se animaba a las madres a no actuar como mejores amigas.
Quizá ahora los padres quisieran entablar una amistad con sus hijos, pero en aquella época hubiera sido tabú.
Respeta a los padres independientemente de sus imperfecciones
Los métodos de crianza de los años 20 se caracterizaban por centrarse en la disciplina y en inculcar a los niños el respeto a la autoridad. Los padres de aquella época hacían mucho hincapié en la conducta adecuada, sobre todo en respuesta a las normas y las consecuencias. Por ejemplo, si un niño reaccionaba negativamente cuando se le decía "no", los padres no toleraban ningún arrebato agresivo. El niño sería castigado inmediatamente por cualquier cosa que se considerara mal comportamiento o falta de respeto contra sus padres.
Antiguamente, respetar a los padres se consideraba un principio inquebrantable, aunque esos padres no fueran necesariamente los mejores modelos de conducta.
Navegar por la turbulenta adolescencia
Criar adolescentes nunca ha sido un paseo por el parque, pero los padres de los años 20 también se enfrentaban a retos similares. A pesar de la falta de tecnología y de las diferentes normas sociales, los padres de entonces utilizaban una estrategia sencilla pero eficaz para tratar con los adolescentes: el respeto mutuo. Incluso hoy en día, parece un enfoque atemporal, ¿verdad? Pero la forma en que los padres trataban esto hace décadas era mucho más intensa y diferente en comparación con la de hoy.
El respeto era un valor prioritario para la mayoría de los padres. Los niños debían respetar a sus padres en todo momento, y si no lo hacían, no era fácil.
Respeto a toda costa o disciplina severa seguida
Respetar a los mayores siempre ha sido un tema de controversia. A lo largo de los tiempos, la sociedad ha debatido continuamente sobre el comportamiento desobediente de los niños hacia sus mayores. Cuando recordamos las tendencias de crianza de los años 20, queda claro que los métodos no convencionales de crianza han estado presentes durante mucho tiempo. Respetar a los mayores no es un concepto extraño, pero los extremos a los que llegaban los padres de esta época para asegurarse de que los niños seguían estas normas eran extraños.
Era una época en la que se esperaba que los niños fueran vistos y no oídos y que hicieran lo que se les dijera sin cuestionar ni replicar. Uno de los castigos más comunes por faltar al respeto eran unos buenos azotes a la antigua usanza.
No abraces a tus hijos
En la década de 1920, el psicólogo estadounidense John B. Watson promovió una inusual tendencia de crianza que hacía hincapié en dar menos amor y afecto a los niños. En su libro Psychological Care of Infant and Child, Watson animaba a los padres a evitar abrazar y besar a sus hijos y a no dejar que se sentaran en su regazo. En su lugar, sugería darles la mano por la mañana y sólo darles un beso rápido en la frente a la hora de acostarse y nada más.
Watson creía que ser menos afectuoso con los niños les enseñaría a ser independientes y objetivos. A pesar de su carácter controvertido, esta tendencia fue ampliamente seguida por la mayoría de los padres durante los locos años veinte.
Énfasis en los modales y la etiqueta
En la década de 1920, había varios enfoques de la crianza que hoy podrían parecernos inusuales. Aunque no se puede negar que se esperaba que los niños mostraran respeto, se hacía de formas con las que quizá no estemos de acuerdo ahora. Algunos padres, por ejemplo, creían en un estilo de crianza más autoritario, en el que la disciplina era estricta y la obediencia, imprescindible. Eso incluía decir "por favor y gracias" siempre que se considerara necesario.
Si un niño no decía "por favor" y "gracias", se metía en un buen lío. En aquella época no existía la paternidad amable.
El castigo en las escuelas era normal
La educación en Estados Unidos durante los dorados años veinte no era un paseo por el parque para la mayoría de los estudiantes. A pesar de la noción de que la escolarización era un privilegio, los niños tenían que acatar normas, reglamentos y medidas disciplinarias estrictas. Entre las diversas formas de castigo por mal comportamiento en las escuelas, los azotes y palizas eran la práctica más utilizada y aceptada. La mayoría de los padres creían que este tipo de disciplina ayudaría a sus hijos a comportarse mejor.
Hoy podemos ver claramente que esto no es más que maltratar a los niños, pero durante esta época, los padres y los adultos fomentaban mucho este intenso castigo.
Tradiciones y dinámicas familiares
Cuando miramos al pasado, a menudo encontramos tesoros ocultos que hemos pasado por alto. La paternidad de los años 20 fue una época en la que se impusieron estrictamente los roles tradicionales de género. Durante esta época, los valores y las tradiciones familiares gozaban de gran consideración, lo que moldeaba el futuro de las familias. Era un periodo en el que tener muchos hijos se consideraba una carga, y las parejas optaban en su lugar por familias más pequeñas. Hoy en día, las familias tienden a tener tantos hijos como quieran, pero ésa no era la moda de aquella época.
Los maridos trabajaban fuera de casa, mientras que las amas de casa se encargaban de las tareas y responsabilidades domésticas y enseñaban a los niños a hacerlas también.
Los padres deben tener límites estrictos
Los padres de hoy comprenden la importancia de poner límites a sus hijos. Sin embargo, en los años 20 y 30, el conductismo se convirtió en un enfoque popular de la crianza de los niños. Los expertos en crianza creían que los niños se descontrolarían rápidamente sin premios y castigos estrictos. Aconsejaban a los padres que crearan un entorno estructurado para sus hijos a fin de garantizar su crecimiento y desarrollo. Esto significaba establecer límites estrictos y muy claros para guiar el comportamiento de los niños.
En los años veinte, la paternidad se basaba en unos límites estrictos, pero hoy en día es bastante inusual enfocarla de ese modo.
Los niños se atascarán si celebran grandes fiestas de cumpleaños
Las fiestas de cumpleaños elaboradas eran inauditas. Los padres no se sentían presionados para contratar un catering o alquilar un parque de camas elásticas. En lugar de eso, simplemente reunían a algunos amigos y familiares, servían tarta casera y helado, y dejaban que los niños se divirtieran con juegos de fiesta tradicionales como Ponle la cola al burro. Hoy en día, las redes sociales pueden hacernos sentir que necesitamos estar al día con fiestas extravagantes, pero a los padres les habría parecido absurdo en aquella época.
Sobre todo porque existía una fuerte aprensión a dejar que tus hijos se dieran un capricho por miedo a que se volvieran malcriados y engreídos.
Pasar tiempo juntos en familia era necesario
Mientras que las familias modernas podrían optar por unas vacaciones navideñas, la década de 1920 trajo consigo algunas tendencias inusuales en la crianza de los hijos que podrían sorprenderte. A pesar de la reputación de la época de fiestas desenfrenadas y gastos suntuosos, la familia media de los años veinte se centraba en valores prácticos y realistas. Para los que disponían de radio a pilas, escuchar juntos programas de radio era un pasatiempo popular. Dibujar, leer poemas y comer juntos también eran formas de unir a las familias.
Para los adolescentes y los niños que no querían salir especialmente con su familia, ¡no tenían elección! Ésta era la tradición que había que seguir la mayoría de las noches.
El arte de permitir el aburrimiento
En la actualidad, los padres se esfuerzan demasiado por mantener a sus hijos ocupados en diversas actividades. El "aburrimiento", etiquetado como rasgo negativo, se considera un signo de fracaso en la crianza. Sin embargo, contrariamente a las creencias modernas, aburrirse puede fomentar la creatividad y el autodescubrimiento de los niños. O al menos eso creían los padres de hace cien años. Una rara tendencia parental de los años veinte sugiere que permitir que los niños estén ociosos es beneficioso.
La tendencia sostiene que los niños que no están estimulados y son libres a su aire encontrarán formas de ocupar su tiempo y de tener nuevas ideas.
Se seguían estrictamente los horarios de acostarse
En el mundo moderno de hoy, la paternidad se ha convertido en un arte bien estudiado, con infinitas estrategias y herramientas para garantizar el éxito de la crianza. Sin embargo, en la década de 1920, los padres tenían su propio enfoque. Surgió una tendencia en la que la constancia era un elemento vital para criar niños bien educados. Los padres de aquella época creían que un enfoque no estructurado de la crianza era desastroso, pues a menudo daba lugar a niños revoltosos que desobedecían a sus mayores. Optaban por un estilo autoritario de crianza en el que no había lugar para la negociación ni la indulgencia.
Las horas de acostarse, de comer y de hacer los deberes no eran negociables. El incumplimiento de las normas tenía graves consecuencias.
Enseñar a tus hijos a cocinar se consideraba tiempo de calidad
La idea de que los niños ayuden en la cocina puede parecer desalentadora para algunos padres, que evocan imágenes de un desastre total con huevos lanzados por todas partes y niños que se atacan unos a otros con batidoras. Sin embargo, a pesar del caos ocasional, cocinar con los niños tiene muchas ventajas. Este concepto no es un fenómeno nuevo; de hecho, en la década de 1920, animar a tus hijos a cocinar era una tendencia parental ampliamente aceptada y aplaudida.
La creencia era que esto no sólo proporcionaba a los niños habilidades esenciales, sino que también creaba tiempo de calidad para establecer vínculos con la familia.
Las cenas familiares eran imprescindibles
En el mundo actual, no es infrecuente cenar delante del televisor, pero ¿sabías que en su día fue una insólita tendencia parental de los años veinte? Aunque pueda parecer una forma cómoda y relajante de comer, en aquella época los padres creían en un enfoque diferente de la hora de la comida. De hecho, se creía que la cena era un momento para que la familia se reuniera, conectara y compartiera historias sobre su día.
A los niños se les enseñaban modales, etiqueta y cómo conversar con los demás. Era una época para estrechar lazos e inculcar valores familiares.
Los niños tenían códigos de vestimenta estrictos
Los padres tenían la inusual costumbre de vestir a sus hijos para cada ocasión. Esta práctica iba más allá de los actos formales y se extendía a la vida cotidiana y a las salidas informales, como hacer la compra. Los padres creían que disfrazarse ayudaba a los niños a comprender la importancia del esfuerzo y el respeto en la vida, sobre todo en entornos con códigos de vestimenta como lugares de trabajo, bodas y funerales. También se creía que disfrazarse influía positivamente en la salud mental de los niños al aumentar su autoestima.
Así que cuando se trataba de actos formales, los niños se vestían de pies a cabeza con sus mejores galas.
Tiempo a solas para mamá y papá
Criar a los hijos en la era moderna conlleva muchos retos, pero ¿sabías que los padres de los años 20 tenían sus propias formas poco convencionales de criar a los hijos? Una de las tendencias más sorprendentes era animar a los padres a tomarse descansos de sus obligaciones como padres. Puede parecer contraintuitivo, pero los expertos de la época creían que las pausas regulares en la crianza podían beneficiar tanto a los padres como a los hijos. Se creía que evitaría que los padres se sintieran abrumados y les ayudaría a recargar las pilas.
Hoy en día, muchos padres están empezando a adoptar un enfoque similar, haciendo hincapié en la importancia del "tiempo para mí" en sus propias vidas.